Calor afuera, mucho más adentro. Casi unas doscientas personas se quedaron sin entrada para ver a Pampa Yakuza que iba a abrir el año en Balcarce 416. Desde temprano la gente estuvo frente a La Trastienda, y mucho revuelo hasta minutos empezado el show por la gente que se quedó afuera. No obstante para los que estaban adentro, estaban preparados para disfrutar de una fiesta.
Conceptualmente bien pensado, con un fondo de bosque y jaulas abiertas tal y como lo es el arte de su reciente disco en vivo “Naturaleza Revivir”, Pampa Yakuza fue de menos a más: un comienzo tranquilo con A la raíz y los candombes Cuidando el empate y El debe, más Tres minitas pusieron en marcha los motores del público.
La gente necesitaba saltar, poguear. Ese fue el momento ideal para que a través de la potencia de las guitarras llegara La mañana del mañana seguido de una prolija (y sorpresiva debido a que llevaban mucho tiempo sin hacerla) versión de Suicio y desprolijo, cover de Pappo que formó parte del trabajo “Pappo versionado” (incluso llegó a tener video clip) las luces.
Eso no fue todo. Continuando en el plan explosivo llegó la tríada Tirando, Tóxico, próximo! y Puede ser donde el trabajo de Darío Varela (trombón) y Salvador Rodofili (saxofón) desde los caños sostuvieron el segmento. No había respiro, más pogo y contenido social con Desde el umbral y Sol de los pobres. Los ánimos estaban por las nubes. Mucho calor, mucho fuego dentro de La Trastienda; había que bajar un poco. Momento ideal para la excusa de la fecha: presentar canciones nuevas. La primera, “El escapista”, tuvo en primeras filas a Adrián “Galle” Brunetto que demostró toda su calidad desde las seis cuerdas, respaldado muy sólidamente por Ricardo Jahni en el bajo y con un muy preciso Ariel Viale en cada golpe a su batería. Tras mucha guitarra, un poco más “fogonera”, llegó Canción de Libertad, proveniente de puño y letra de Luciano Katz.
Aplausos y más aplausos. Un pequeño bloque reggae en el que estuvieron Donde amarrará la historia que jugó en la intro enganchándose con la de Bla bla bla, que sonó a continuación, destacando la labor de Fede “Yaku” Quiroga en las voces.
El concierto entraba en la recta final: hacía falta terminarlo bien arriba, por ello devino el tandem Hagamos uno y A otra cosa, que hizo bailar y saltar a todo el público. Tras estos, una de las más queridas –también de autoría de Katz- Dejarse llevar y la siempre festiva Dando Pasos.
Las manos rojas de aplaudir y las gargantas que pedían descanso. Las gotas de transpiración corrían por los rostros o se impregnaban en las remeras y también lágrimas de los más sensibles pasaban de un lado a otro en el reducto. Un show conceptualmente bien armado, de principio a fin. Solo quedaba el cierre, ese cierre ya clásico que encuentra a banda y público Juntos.
“Cada uno de nosotros vale, y más vale todavía que estemos juntos…” cantaba Hernán Saravia en el estribillo mientras que la tarea de Gustavo Vitale en la percusión se volvía indispensable. Algunos agradecimientos y a zambullirse en el campo con su gente, para Carnaval para tu desconsuelo: ese tema mítico de la banda. Gente que acompaña y que cada vez crece más en número y parece estar empujando de a poco para que la banda salga definitivamente del underground rockero; será cuestión de tiempo.